A mi querida Adelinda Diaz Uriarte
Ante su sensible fallecimiento
La conocí hace unos 20 años, y desde cada espacio donde participaba dejaba en claro lo que sucedía en su sector: “Somos trabajadoras del hogar, y tenemos derechos”. Su voz siempre fue un recordatorio de lucha y dignidad. Se llamaba Adelinda Diaz Uriarte.
Siempre nos llevamos muy bien. Ella me recordaba a mi abuela Clara, mi jangra, que también fue trabajadora del hogar desde niña. Tal vez por eso sentí una conexión especial con Adelinda.
Postuló al Parlamento Andino, con el partido del traidor de Ollanta Humala, Después de años postuló al Congreso con el Frente Amplio, y ahí nuestro contacto fue mucho más cercano. No faltaba a las reuniones del Comité Laboral y, con su característica voz algo aguda, pedía la palabra: “Compañero, pido la palabra”. Cuando hablaba, era contundente, clara, sin contemplaciones para defender los derechos de su gremio y de la gente del cono.
Adelinda era achorada, pero siempre con respeto. La vi enfrentarse a varios líderes sindicales en asambleas, sin achicarse nunca. Esa valentía me llenaba de orgullo.
Era de buen filo, le gustaba la chicha morada y su vinito. Cuando fui dirigente nacional de la CUT, compartí muchas jornadas con ella, ya que también era dirigente nacional. Cuando ella terminaba de hacer uso de la palabra, yo le decía con cariño: “¡Bueeena, Adelinda!”. Siempre respondía con una sonrisa. Para mí, era reconfortante que alguien con su historia de lucha me achochee.
Conoció a mis hijas cuando eran pequeñas, en las marchas y asambleas a las que las llevaba. Siempre me decía: “Que estudien, Walter, enséñales desde niñas qué es luchar”.
Mientras recuerdo y escribo, siento entre tristeza y orgullo.
Que la tierra te sea leve, querida Adelinda. Con tu ejemplo, seguiremos luchando y venceremos.
Gracias por todo.